Laocoonte

Hoy no vamos a hablar de una ciudad, ni tan siquiera de un lugar que visitar…Hoy vamos a hablar sólo de una de las obras de arte más impresionantes del arte antiguo y que podemos ver en los Museos Vaticanos, se trata de Laocoonte.

Los romanos copiaban las mejores esculturas griegas para preservarlas y, gracias a esto podemos disfrutar de estas obras hoy en día, por lo menos de las que han aguantado el paso del tiempo. El conjunto escultórico de Laocoonte está considerado como la escultura más famosa de los Museos Vaticanos.

Pero alguno se preguntará…¿Y si es una copia dónde está la original?. Se sabe que la original era de bronce y fue realizada en el siglo II a.C., pero se perdió en el transcurso del tiempo. Tres de los grandes maestros de la antigua Grecia, Agesandro, Polidoro y Atenodoro, hicieron una copia en un sólo bloque de mármol sobre el año 50 a.C. y según el historiador Plinio el Viejo se encontraba en el Palacio del Emperador Tito. Plinio la describe como «la mejor de todas las obras«.

Un campesino, en la Colina del Esquilo, cerca del Coliseo de Roma, estaba dedicado a sus labores cuando el suelo cedió bajo sus pies y fue a caer en una cámara subterránea, en lo que eran parte de las Termas de Tito.

La escultura era conocida por las crónicas de Plinio pero se daba por perdida así que, al enterarse de la noticia, el Papa Julio II envió al arquitecto papal Giulliano da Sangallo para que evaluase si era posible que hubiera sido encontrado Laocoonte. Giulliano invitó a acompañarle a su amigo Miguel Ángel Buonarroti y cuando ambos llegaron y pudieron ver la escultura quedaron sorprendidos ante esta maravilla. enseguida aconsejaron al Papa que había que comprarla al precio que fuera y así se hizo, trasladándose al Vaticano.

Para que se pongan en que época estamos, les puedo decir que Miguel Ángel ya había esculpido «La Piedad» y hacía 2 años que había finalizado «El David». Estamos exactamente en el 14 de enero de 1506. Después de haber realizado dos de sus mejores obras, Miguel Ángel llegó a decir que todo lo que había aprendido se lo debía a la escultura de Laocoonte. Tal era su importancia y belleza que hasta el mismo Miguel Ángel, siendo un poco soverbio como era, se rindió ante la belleza del grupo escultórico, de hecho, varios de los personajes pintados por él en la Capilla Sixtina nos recuerdan a Laocoonte.

Sus dimensiones, incluido el pedestal, son de 2,42 metros de altura pero lamentablemente no estaba completa. El brazo derecho completo había desaparecido, así como el de su hijo menor. A su hijo mayor le faltaba la mano derecha, y varios fragmentos de las serpientes siguen a día de hoy desaparecidas.

A lo largo del tiempo se han realizado varias copias de la escultura siendo una de las más bellas la de Bandinelli, realizada en mármol y que hoy podemos ver en la Galería Uffizi de Florencia. Pero hay que tener en cuenta un detalle importante, a la escultura original le faltaban varias partes por lo que estas reconstrucciones fueron realizadas según criterio de cada artista. En el caso de Bandinelli, el grupo escultórico es bastante fiel a la realidad salvo porque presenta el brazo extendido sujetando a una de las serpientes cuando posteriormente se ha encontrado, en 1905, el brazo original perdido y estaba flexionado. Como dato curioso, ¿saben que el único que defendía la idea de que el brazo estaba flexionado en función de los rasgos anatómicos de la escultura fue precisamente Miguen Ángel?.

A la entrada de los Museos Vaticanos nos encontramos con otra copia y hacen una pequeña parada para explicar un poco de su historia y las diferencias con la original.

Bueno amigos, ya hemos hablado de la escultura y de su historia pero …¿Quién era Laocoonte? ¿Recuerdan la Guerra de Troya? Pues aquí comienza la historia y el mito. Esta batalla enfrentó a griegos contra troyanos y como ya saben, en la época griega los dioses estaban muy presentes en cualquier aspecto de la vida y en esta guerra no podía ser diferente así que el Dios Apolo dió su apoyo a lo troyanos mientras que la Diosa Atenea hizo lo propio con los griegos.

Después de 10 años de lucha al final, el Rey de Ítaca, Ulises, famoso por su ingenio, tiene la brillante idea de aparentar una retirada del ejército griego y dejar en la playa una ofrenda en forma de gran caballo de madera de 11 metros de altura. En su interior los mejores guerreros griegos esperaban su oportunidad. Esta historia ya la saben, supongo, los troyanos meten el caballo en la ciudad, los guerreros de su interior salen y abren las puertas de la muralla, el ejército griego vuelve a Troya, entra y arrasa la ciudad.

Lo que seguramente no saben es que el sumo sacerdote de Apolo, Laocoonte, se oponía a que trasportaran el caballo al interior de la ciudad. De hecho, no creyendo en la ofrenda de los griegos lanzó su flecha contra el caballo gigante y Atenea, enfurecida hizo aparecer dos serpientes del mar para que matasen a Laocoonte y a sus hijos.

Aquellas en ruta certera buscan a Laocoonte, y primero rodean con su abrazo los pequeños cuerpos de sus dos hijos y a mordiscos devoran sus pobres miembros; se abalanzan después sobre aquel que acudía en su ayuda con las flechas y abrazan su cuerpo en monstruosos anillos, y ya en dos vueltas lo tienen agarrado rodeándole el cuello con sus cuerpos…» (Eneida, II, 201 ss)

Esta es la historia y el mito de Laocoonte, esperamos que les guste un poco la mitología 😉

Vamos a ver ahora con más detalle este impresionante grupo escultórico.

Toda la escultura tiene dinamismo, los músculos en tensión, las venas infladas por el esfuerzo, la sinuosidad de las serpientes… Vamos a ver más de cerca estos detalles.

Lo primero vamos a centrarnos en Laocoonte.

La cara de Laocoonte muestra una profunda desesperación y dolor, ya no sólo por su vida sino por no ser capaz de salvar a sus hijos. En su expresión se puede ver que no es sólo dolor físico lo que esta padeciendo. Por otro lado, su mano izquierda intenta sujetar la cabeza de la serpiente que está a punto de morderle el costado.

Vamos ahora a mirar a su hijo pequeño. Ya no se mueve, sus músculos no están en tensión, de hecho parece casi desfallecido mientras la serpiente le inyecta su veneno en el costado… Sólo la expresión de dolor de su cara nos hace sentir que sigue con vida.

Por el contrario, su hijo mayor intenta zafarse del abrazo de la serpiente en uno de sus pies mientras mira impotente esperando la ayuda que no llega de su padre…¡¡Qué drama!!

Mirad los detalles de los pies… Los dedos de Laocoonte están flexionados dando impresión de movimiento…

Realmente es maravilloso que el ser humano sea capaz de crear esto a partir de una piedra, no sólo darle la forma sino impregnar de sentimientos y vida a un pedazo de mármol.

Hasta aquí nuestro post de Laocoonte, espero que les haya gustado y si la ven puedan disfrutar mucho más de esta maravilla.