Hoy en Estocolmo nos vamos de excursión cogiendo un ferry al lado del Ayuntamiento Stadshuset que nos llevará hasta el Palacio de Drottningholm.
Es una de las residencias oficiales desde 1981 de la familia real sueca y también está en la lista de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde 1991.
Su historia se remonta al reinado de Juan III de Suecia, a finales del siglo XVI, cuando el monarca quería construir un palacio para su esposa, la Reina Catalina Jagellón. Pues eso, cuando yo le quiero regalar algo a mi mujer busco unos pendientes, un reloj, ropa,… ellos, los reyes, le construyen un palacio… De hecho, el nombre Drottningholm viene a significar algo así como «islote de la reina».
Dejando bromas aparte el recorrido hasta llegar al embarcadero frente al Palacio Drottningholm merece muchísimo la pena ya que nos deja ver la ciudad desde el agua, sus casas entre los árboles, la multitud de pequeñas embarcaciones, muchísimas personas entregadas al deporte a lo largo de toda la orilla, verdaderamente es una forma muy relajante de ver la ciudad.
Para pasear por sus jardines la entrada es gratuita pero para visitar su interior y el traslado en el ferry lo podemos hacer usando nuestra Stockholm Pass, ya que es una de las actividades que incluye y si disponemos de días suficientes en la capital sueca conviene hacer.
Tiene un estilo parecido a Versalles pero en menor escala y con bastante menos lujos que el palacio francés. La verdad es que después de haber visto el Palacio de Versalles ver cualquier otro es un poco raro porque ya, inconscientemente, traes el listón muy alto y es difícil que puedas impresionarte.
Bueno chicos, vamos a entrar a ver que nos encontramos.
Techos en relieve, grandes escalinatas forradas en mármol y en cada habitación muchas obras de arte en techo y paredes.
Evidentemente, como decíamos, no tiene el lujo que podemos encontrar en Versalles pero por el momento no nos ha desagradado la visita, al contrario, está siendo muy interesante.
Saliendo de la visita del palacio por su otro lado nos encontramos con los fantásticos jardines.
Justo en este punto antes de entrar en el jardín, a nuestra derecha, se encuentra el Teatro de Drottningholm. En 1762, por un incendio que destruyó el anterior teatro, la Reina Luisa Ulrica mandó construir otro de estilo barroco que se conserva de forma fantástica y es una de las joyas del palacio. Nosotros, para variar, lo encontramos cerrado y no pudimos ver el interior pero si alguno tiene la oportunidad dentro todavía se conservan los elementos con los que hacían truenos y tempestades durante las obras de teatro.
A lo largo de los jardines nos encontramos con mucha gente sentada, dejando el tiempo pasar, o simplemente paseando.
El palacio tiene estas vistas desde el jardín
Ahora, recorriendo los senderos llegamos a algo que parece una tienda romana sacada de un comic de Asterix.
Aunque parezca de lona no se engañen, es una cosntrucción dura como cualquier casa. En su interior hay un par de habitaciones donde podemos ver como era la vida de la época.
Poco más adelante enontramos algo también diferente, el Pabellón Chino. Esta claro que los reyes de Suecia tenían especial debilidad por la cultura oriental.
En su interior encontramos un pequeño museo de piezas orientales además de algunas habitaciones con el estilo de la época.
En esta última foto, en la librería, hay algo que llamó mi atención mucho, ¿Lo ven?
Efectivamente, un ejemplar muy antiguo de «Las aventuras de Don Quijote de la Mancha», algo que la verdad no me esperaba encontrar aquí… Pero bueno, una especie de tienda de campaña romana y un pabellón chino tampoco me pegaban en medio de un jardín sueco…
Si tienen oportunidad no dejen de visitar el Palacio de Drottningholm y si tienen más suerte que nosotros ya nos contarán que tal es el teatro por dentro. 😉