Hoy traemos un post cargado de fotos de uno de los lugares más bellos y con historia de Jordania, el desierto de Wadi Rum, también conocido como el Valle de la Luna, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003.
Antes de comenzar la visita vamos a conocer un poco más la historia de este lugar, historia unida a dos personajes históricos como el Príncipe Faysal Bin Hussein y Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia.
Durante la Primera Guerra Mundial Lawrence fue enviado por el gobierno británico a sopesar las posibilidades de abrir un nuevo frente contra el Imperio Otomano de Turquía desde la Península del Sinaí hacia el norte. Al llegar se reunió con el «Jerife» de la Meca, Husayn ibn Ali, y lo que encontró fue unas fuerzas rebeldes descoordinadas y poco entrenadas para el combate. No fue hasta que se reunió con Faysal, tercer hijo del Jerife, en su campamento en el desierto cuando comprendió que la «Revolución Árabe» que pretendía establecer un estado árabe independiente podía tener un futuro prometedor. Aquí es donde tras una serie de engaños y promesas falsas el gobierno británico consiguió la alianza con el Jerife contra el Imperio Otomano.
El campamento base de Lawrence y Faysal se estableció aquí, en Wadi Rum y, desde aquí, comenzó la Revolución Árabe que duró 2 años, de 1916 a 1918.
Si quieres saber más de la historia de Jordania puedes leer nuestro post aquí.
Ahora sí, bienvenidos a ¡¡ Wadi Rum !!
Nuestra primera parada en el Centro de Visitantes de Wadi Rum donde tenemos un primer contacto con nuestros guias beduinos, que nos acompañaran por el desierto en 4×4 y nos invitarán a comer algo típico, pero antes de eso, una paradita en el hotel. 😉
Una cosa curiosa es que incluso aquí, en el desierto, encontramos banderas de Jordania hasta pintadas en las piedras.
Ahora nos dirigimos al pueblo beduino donde nos reciben con la hospitalidad y amabilidad que les caracteriza. Los beduinos tienen un aspecto al estilo de las pelícuas de Sandokan, con pelo negro azabache revuelto, ojos negros como la noche y de piel morena.
Ya estamos en el 4×4, de derecha a izquierda, Aitor, José Manuel, Noelia, Eliseo, Carolina, Daniela, David y Carlos (yo 😉 ) , con quienes hicimos una bonita amistad.
Después de unas dunas y unas risas paramos en un lugar donde disfrutamos de una maravillosa panorámica del desierto.
En esta foto también con dos amigas más, Charo y Marina que esperamos volver a ver en nuestro próximo viaje 🙂 .
Otra breve parada más adelante para ver unos petroglifos en las paredes de piedra caliza, y a unos animales muy típicos del lugar… ¿los reconoces?
Y seguimos el camino…
Como pueden ver en las fotos de los camellos no sólo es un desierto de arena sino que tiene formaciones rocosas que se elevan hasta, la más alta, unos 1734 metros sobre el nivel del mar, llamada «Los Siete Pilares de la Sabiduría» en honor al libro que escribió Lawrence de Arabia. Junto a estas formaciones rocosas la arena se amontona por efecto del viento y paramos a «intentar» subir una de ellas…
Si lo han intentando alguna vez ya saben que das un paso y retrocedes dos… Muy duro pero llegar y ver desde arriba las vistas merece la pena. Nuestro amigo Aitor fue el homenajeado en la foto de este maravilloso lugar 😉
La pendiente se las trae en lata pero bajar es muy divertido 🙂
Vámonos al Cañon del Lawrence de Arabia.
Aquí podemos ver los rostros de Faysan y de Lawrence en una piedra frente a un acantilado que recuerda un indio Cherokee.
Te dan ganas de sentarte y dejar el tiempo pasar, sólo contemplando las paredes verticales de piedra que por la erosión dan el aspecto de haberse derretido, una maravilla.
Aquí es donde comeremos algo que lleva toda la mañana cocinándose bajo la arena. Son verduras, arroz, cordero y pollo cocinados con el calor de las brasas puestas en un agujero en la arena y tapadas como si fuera una olla a presión. Lo mejor es enseñaros un video.
En Jordania la verdad es que hemos comido bien, pero esta comida cocinada bajo la arena, sin duda, fue la mejor, ¡¡buenísima!!
Y si sobra algo no pasa nada, aquí hay unas hormigas que, por su tamaño, se ocuparán de no dejar nada. 😉
Bueno, esto no acaba aquí, todavía quedan cosas impresionantes que ver. Desde el Cañón de Lawrence nos vamos a ver unos petroglifos que tienen una antigüedad de unos 4.000 años sobre las paredes rocosas que servían como indicaciones a las rutas de caravanas que pasaban por la zona.
Ahí le tenemos, nuestro guía, el gran Basem, dando una master class sobre los petroglifos.
Nos paramos en una cisterna antigua donde se almacenaba agua de lluvia en medio del desierto y descansamos un ratito con unas vistas de postal.
Poco más adelante, vamos a pasar sobre el arco de piedra más grande del desierto, el Puente de Burda.
Las vistas desde aquí arriba siguen siendo fantásticas.
Para acabar el día no hay nada mejor que ver la puesta de sol en el desierto, cuando sus tonos amarillos se tornan rojizos y parece totalmente diferente, para la ocasión los beduinos han hecho una hoguera para preparar un té que está buenísimo.
Cuando llegábamos al desierto nuestro guia y amigo Basem dijo unas palabras muy poéticas : «Wadi Rum no son solo dunas de arena, son pequeñas moléculas vivas mecidas por el viento que se acumulan en las esquinas de las montañas» … Después de disfrutarlo no podemos estar más de acuerdo. 😉